divendres, 11 de febrer del 2011

Cuatro frases hay en la vida...

Hace tiempo, en la época de los guateques y los discos de 7 pugadas, una canción cantaba a la salud, el dinero y el amor, como las tres cosas que "hay" en la vida. Aquel afortunado que las tuviera las tres, debía darle gracias a Dios.
Personalmente creo que hay tres frases en la vida. Frases que hemos dicho, o se nos han dicho, frases universales, de autoría compartida, todos formamos parte de su creación, y de los mecanismos sociales y psicológicos que las amparan y promueven.

Esas frases universales son tres:

1- "Yo no soy así"

Esta frase es la defensa típica del acorralado: cuando se han expuesto todos los defectos, se han sacado los trapos sucios, se le ha despojado de toda máscara con la que se defendía de su propio cuerpo puesto al descubierto del día a día, el acusado, el acorralado dice "yo no soy así", no es cierto, lo que dices no es verdad, yo soy mejor que todo eso, me atacas injustamente, "yo no soy así", no me conoces lo suficiente (no importa los años de amistad, matrimonio, convivencia, simpatía, no me conoces, porque "yo no soy así", yo no soy tal y como tú me describes).
Es la pretensión de ser el único capaz y válido para decir quién soy, cómo soy. Sólo yo me conozco en mi absoluta realidad, los demás no. Yo, desde mi faro privilegiado, pero desde el que no me puedo ni podré ver nunca; yo, sin salir de mi propio ser, me conozco, justamente por eso, porque yo soy yo, y sólo yo puedo conocerme en mi más fundamental verdad. La unidad, unicidad y univocidad del yo se esconden tras esa negación: soy uno, único e indivisible, y por lo tanto me puedo conocer en tanto que yo mismo, mientras que los demás, desde fuera, no pueden saber qué o quién soy. Ese uno-yo es muy útil, nos ayuda en el día a día, nos ahorra quebraderos de cabeza (a añadir a los usuales de la vida con un yo), nos ahorra tiempo (si además de decidir qué pantalones y zapatos y camisa y jersey y chaqueta y gorro o sombrero nos ponemos tuviésemos que decidir quién somos hoy, nadie saldría de su casa a trabajar nunca). La pretensión subsiguiente, yo me conozco, tu no, muchas veces es no sólo incierta (o directamente errónea), sinó contraproducente: de la seguridad de nuestro yo único, pasamos a la seguridad de su verdad y de ahí a la necesidad de su conservación pétrea; ese yo que soy debe ser inamovible, no debe cambiarse por nada... pues si sufre cambio alguno... ¿quién seré? Ese temor nos impide aceptar críticas, vernos con otros ojos (igual que nos vemos en fotografías y no nos reconocemos). Quizás sí que eres así y no lo quieres ver, saber, descubrir.

Esta frase es también la defensa del "tiro la piedra y escondo la mano". Ante un momento de éxtasis crítico, de exaltación verbal, de exabrupto inconsciente (o quizás más premeditado de lo confesable), nuestra identidad social, nuestro savoir faire, nuestra máscara que pretende guardar las apariencias reaparece para decir "yo no soy así", yo no soy ese crítico furibundo, ese exaltado insultador. Lo que he dicho ha sido producto de un cortocircuito que yo no controlo, y que por lo tanto no forma parte de mí, yo en el fondo -cuál de los múltiples fonods que psiblemente tengamos- no quería decir eso, y ser y decir aquí se identifican, se solapan. Soy lo que digo, pero eso en el fondo no lo he dicho yo, porque yo no soy así y ese que ha dicho eso no es yo.

Qué gracia, como si supiésemos quienes somos.

2- "Te lo dije"

Qué gustazo! Qué plenitud pectoral cuando uno se sabe justificado a decir "Te lo dije", yo lo sabía, yo lo vi antes que tú, y te avisé, y tú, pobre diablo tonto y patético no lo supiste ver, no te adelantaste a los acontecimientos, no supiste usar el intelecto para preveer algo que "se veía venir" (otra variante del mismo tema). El "te lo dije" es la prueba de la sagacidad superior de mi persona, la prueba arrogante no sólo de la jeraquía implícita entre los dos, sino del reconocimiento por mi parte de ella. Estoy por encima tuyo y te lo hago saber, que no se te olvide, yo lo vi, tú no. La próxima vez hazme caso, que yo sé de qué hablo. Y que nos lleva directamente a la tercera frase:

3- "Tú, lo que tienes que hacer es..."

De algún modo ésta es una gran frase. La mejor. Mi preferida (ironía). Y ello por un doble mecanismo: yo sé qué te conviene, y eso que te conviene, eso que debes hacer, no es algo que provenga de mí, no es una orden, sino que es una especia de imperativo moral objetivo. La frase está construida de un modo sibilinamente impostor: yo te la espeto, yo sé qué es bueno para ti -gran cínico: no sabes ni qué es bueno para ti, porque pocos llegan a saberlo ya que pocos se paran a pensarlo, vas a saber qué es bueno para los demás- pero eso que te conviene realiza ese imperativo desde una fuerza objetiva de la que yo -emisor- soy un simple transmisor, expongo ua necesidad, una obligación tuya (lo que tú tienes que hacer). Quien escupe esta frase no tiene la decencia de decir "creo que tendrías que...", signo claro y transparente, cristalino y puro de humildad e igualdad. La obligación expuesta no se somete a ningún tipo de condicionante o condición, no "tendrías que" en determinadas circunstancias hacer X o Y, no no, "tienes que...", y mucho menos lo creo yo, simplemente lo sé, es algo obvio "lo que tienes que hacer es...".
Curiosamente, aquellos que suelen tener siempre tal insulto a la vida en la punta de la lengua en todo tipo de ocasiones -escogiendo para su realización fechas claves como son navidades y encuentros familiares- son aquellos con vidas sumamente estúpidas, insulsas, carcomidas por el miedo y el sedentarismo mental, aprendices de la vida temerosos del horizonte y que no tienen suficiente con su sabiduría de retrete mohoso y bombilla con moscas sino que además pretenden coartar tus sentimientos, hacerte el mundo pequeño y la vida estrecha, quieren inculcarte por la vía de la necesidad heterónoma la misma prisión de la que están tan orgullosos y desde la que son incapaces de ver que todos caeremos en nuestras cárceles, pero para caer en la mía tengo que buscarla. Esos mismos son incapaces de comprender que existe la vida. Y como siempre están orgullosos de su conformismo.